Imagen tomada de Google

¡Sórdido panorama para nosotros, los hijos de las tablas!  Sin previo aviso nos fue cerrado el telón y apagadas todas las luces. Acallaron nuestra voz porque el aliento (y el de la humanidad misma) se convirtió en un arma biológica con un cruel sistema de sorteo: Hoy lo puede tener quien actúa, mañana quien escucha, pero, eventualmente, todos seremos “desfavorecidos” con esta moderna peste que tiene en pausa y en penumbra al mundo.

El hogar ya no es el punto de partida y de retorno que fue en otra época -baluarte de nuestra frágil e ilusoria libertad- sino un claustro que nos da la oportunidad de salir a costo de riesgo, literalmente, nuestra vida.  ¡Ah, dioses burlones que nos dan la llave y la cerradura para su divertimento, haciendo un giro en la trama y poniéndonos a nosotros como esos seres que enfrentan un destino noble pero trágico!.

¿Y la normalidad? Concepto del pasado, desterrado a ese fragmento temporal prohibido para la gente de teatro.  Nuestro presente y porvenir está enrarecido como las mismas historias del escenario, con la diferencia que ahora no es ficción sino realidad.

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El teatro, desahuciado, en esta nueva normalidad tuvo que tocar la puerta de la pantalla, aquella familiar con un pasado de historias agridulces.  Como buena tripulación, tomamos lo que pudimos del intempestivo naufragio y ahora sobre la marcha, tratamos de organizarlo en aquel diminuto e iluminado habitáculo virtual.

Tuvimos que prescindir de escenografías, desplazamientos, planos de luces y demás parafernalias, para poder seguir rindiendo culto a Dionisio, así fuera en mínima escala.

Los templos claudicaron, pero no el ritual…

El convivio adquirió un sentido fugaz, tan veloz como un impulso eléctrico, pero tan certero como en la antigüedad. El “electroteatro”, lejos de ser el declive del oficio -como algunos puristas, pesimistas o envidiosos han tratado de sugerir- representa el clamor de supervivencia, adaptación y sobre todo, de vigencia en tiempos en los que el arte es fundamental para apaciguar el agobio de las almas. Esta gesta, no se trata de actos irresponsables movidos por un deseo irracional de hacer, ni de un intento por robar o emular la disciplina audiovisual, mucho menos de la producción masiva de enlatados teatrales, no. Se trata de disciplina, talento, creatividad y amor absoluto por el oficio, en una de las batallas más difíciles que hemos tenido que librar. Ni más, ni menos.

Y es aquí donde tenemos que hablar con nombre propio y se trata de Cuarentenact.

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Tal vez no sean los únicos (Puesto que no se puede olvidar la investigación de Daniel Ariza en términos de teatro transmedia y en espacios remotos) pero sí los pioneros en conquistar el territorio del arte escénico virtual en tiempos de pandemia.  Su modesta sala en la red social Instagram, nos ha abierto las puertas a dramaturgos, actores y directores para seguir viviendo el teatro quince minutos a la vez, sin que esto suponga menores esfuerzos en términos de calidad y logística.

Pese a las dificultades de esta inusual práctica teatral (conectividad, fallas técnicas, difusión y publicidad) han conseguido algo que el teatro presencial había dejado de lado pensando en esa otra “antigua supervivencia”: la unión REAL de los artistas para evitar la desaparición, utilizando la tecnología que día a día permea todos los entornos. Paradójico, trabajamos más juntos ahora que estamos más separados ¡y qué ironía, con ese aparato que siempre condenamos al silencio en las funciones y en los ensayos!

Cuarentenact llegó a hacerle frente a las necesidades de creadores y espectadores en un proceso en donde ambos actores desconocen su futuro (como los personajes, como la vida en sí) pero se esfuerzan en construirlo con la intensidad de las acciones.

Por lo tanto, y sin hacer más largo este desvarío, nos queda como ocupantes y militantes de este escenario-pantalla transitorio (¿o permanente?) agradecer y apoyar a los quijotes que han hecho el panorama un poco menos sórdido que en la primera línea de este texto, convirtiéndose en efecto, en una luz en tiempos de teatro en cuarentena.

Sobreviviendo desde las trincheras,

Por: Nicolás González Gutiérrez
Director del Grupo Trastorno Obsesivo Teatral

15 de agosto de 2020

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